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Actualización: 16/10/2012
Luis Bagué Quílez
Contar la realidad
Por Jesús Jiménez Domínguez
"En Página en construcción, libro distinguido con el XXV Premio Unicaja de Poesía, el autor se erige en un flâneur posmoderno, en un botánico de la acera (si tenemos a bien citar a Baudelaire) sin rumbo ni destino fijos".
Página en construcción
(XXV Premio Unicaja de Poesía)
Luis Bagué Quílez
Visor, Madrid, 2011, 64 págs.
Los problemas más profundos de la vida moderna se derivan de la dificultad del individuo para preservar la autonomía y la singularidad de su existencia frente a la hegemonía de las fuerzas sociales, de la dictadura del mercado o, simple y llanamente, del déspota transcurrir del tiempo.
EnPágina en construcción, libro distinguido con el XXV Premio Unicaja de Poesía, el autor se erige en un flâneur posmoderno, en un botánico de la acera (si tenemos a bien citar a Baudelaire) sin rumbo ni destino fijos: “Las maletas aprenden / a viajar sin nosotros, a buscarnos / nombres y domicilios”. Recorren los poemas la mirada de un observador que vaga por unos paisajes urbanos, deteniéndose en unos personajes y en unos frisos contemporáneos que resumen las contradicciones actuales del mundo moderno, esas contradicciones que se producen en el ser social cuando, por ejemplo, “convive” en soledad o “progresa” hacia la marginalidad.
Esa mirada teñida de compromiso (inmigración, conflictos territoriales, neo-ecologismo, mestizaje, globalización, etc…) se plasma en un mundo siempre en construcción donde nada existe fuera de un presente que, paradójicamente, ya ha sucedido y donde se revelan las fallas de una realidad fragmentada: “Mi oficio es la mirada, / pasar a limpio el mundo / y ordenar los fragmentos del paisaje”.Ello implica la vuelta a ciertos paradigmas de la posmodernidad, donde la poesía es la expresión del desengaño consecuencia de la insolvencia del lenguaje para dotar de significado y de coherencia al mundo. Como resultado, se nos anuncia el fin de los metarrelatos, de las grandes narraciones como formas de aprehender y contar la realidad: “He visto la erosión / de los relatos / en la falsa quietud del paisaje”. Para acabar sentenciando: “No cabe duda: corren / malos tiempos para la épica”.
El autor se enfrenta a la crisis de los valores contemporáneos con una poesía ora desengañada, ora desmitificadora; pero no exenta de una sutil ironía como forma ideal de evitar descender hasta cualquier tipo de patetismo. Luis Bagué juega con los conceptos, los retuerce, los exprime al máximo, extrae de ellos inesperados juegos verbales del estilo de: “El plástico / es el superviviente de un idioma / de lluvias, el monarca / en un reino encantado / de haberse conocido”. O también: “el sombrío / recibo de la luz, la soledad / del corredor de bolsa”.
La voz poética que articula el discurso no rehúye pronunciarse en primera persona del singular cuando es necesario, aunque su mirada se dirija a enfocar inquietudes que afectan a la primera persona del plural: “Vivimos encerrados en pronombres / de primera persona, / con vistas al balcón / de un horizonte ambiguo”.Sin embargo, paradójicamente, el personaje poético no anhela convertirse en portavoz de quienes sufren las injusticias sociales; sino que, testigo del tiempo que le ha tocado vivir, se conforma con dar cuenta de una realidad compleja e inestable de la que también forma parte activa.
Así pues, la vida propia como punto de arranque y motor poético, pero también como impulso reflexivo y, a la vez, como arma de denuncia. Puesto que, como ya he apuntado sucintamente, la construcción del yo posmoderno requiere de una subjetividad escasa de grandes certezas y de verdades universales, los poemas de Luis Bagué intentan todo el tiempo eliminar esas fronteras entre lo público y lo privado en pos de unapoesía más ética que política.
En esta realidad híbrida y globalizada en la que nos hallamos inmersos, los viejos conceptos binarios del centro versus la periferia, el primer mundo versus el tercer mundo, el norte versus el sur, etc., ya no funcionan para describir la dinámica cultural que existe en una escala global. Hay que buscar nuevos modelos para describir este mundo en proceso, este world in progress, contradictorio en su inaudita libertad de expresión y compañero de una hegemonía económica aplastante.
La inclusión de citas de diferentes iconos de la música pop en toda una parte del libro(Bob Dylan, Joy Division, David Bowie, La Habitación Roja y The Jam) viene a complementar el culturalismo más clásico que, de alguna manera, “dialoga” dentro de un mismo poema (Géricault versus Edwin Hayes en “Quemar las naves”) o entre distintos poemas vecinos (no es azaroso que, al final del libro, al personaje de Ulises le siga el mito de Casandra). Ciertamente, “Metarrelatos” constituye, a mi modo de ver, la parte más escéptica (cuando no nihilista) del libro. La desolación en clave pop tiene nombre de pila: Ian Curtis. Si su presencia en el poemario es significativa (su sombra aparece en al menos dos ocasiones a lo largo del poemario) es porque Luis Bagué es consciente de que la banda británica sigue siendo depositaria, incluso varias décadas después de su desaparición, de buena parte de las inquietudes volcadas sobre este mundo moderno: soledad, alienación, nihilismo. Desorden. Luis Bagué sabe bien que Ian Crutis transformó el enérgico y punk “¡que te jodan!” de los Sex Pistols en el existencialista y más intenso aún “¡estoy jodido!” de Joy Division, el nihilista no future de Sid Vicious en el más desgarrador y definitivo no present. El descenso a la fría y oscura cárcel de la condición humana tiene en “La vida te hará trizas”, efectivamente, uno de los momentos más intensos y escalofriantes del libro.
Cabe señalar, igualmente, que el lector puede acercarse hasta Página en construcción y acceder a varios niveles de lectura. En el primero, más evidente (aunque no por ello menos sugerente), dará cuenta de hechos y anécdotas de la vida moderna en el devenir diario, por prosaicos que parezcan: “Un día más o menos. Cualquier día. / Esa clase de día que no esperas / encontrarte a la vuelta de un poema”. Pero, después, podrá también acceder a un sustrato teórico-semiótico muy interesante que alcanza su apogeo en la parte “Ensayos” y que ya aparecía esbozado en poemas como “Lavado rápido” y la cita que lo precede (“Las toallas en el suelo significa: «Deben cambiarse» / Las toallas en el toallero significa: «Las usaré una vez más»). El poema comienza de esta guisa: “Estas son las dos caras / del símbolo, / la concordancia ambigua / entre significantes / más allá de cualquier significado”. Así las cosas, no es de extrañar que a lo largo de todo el libro encontremos, aquí y allá, apuntes poéticos que se acercan o merodean alrededor de lo semiótico-filosófico. ¿No es la semiótica aquella ciencia que se ocupa de la vida de los signos en el seno de la vida social? Como buen libro de poemas que se precia de acercarse a la inaprensible realidad social de un mundo globalizado, Página en construcción intenta responder al interrogante de cómo el ser humano conoce el universo que lo rodea, cómo lo interpreta y cómo construye conocimiento para, posteriormente, transmitirlo. Estamos ante un poemario que no da ofrece grandes salidas (quizás ninguna) a las dudas epistemológicas, por supuesto; pero que, en la medida de lo posible, se dirige en pos de una visión general de la cultura a través de la cual se manifiesta una sociedad. ”Ahora tienes las manos en la duda. / Empieza a traducir”.
