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Magdalena Camargo

Actualización: 24/01/2012

Magdalena Camargo Lemieszek

Poemas: Luces y Cuchillos, Lalka y El sueño.

Cuchillos y luces

Lalka

El Sueño

 

 

Cuchillos y luces

Hojas de cristal se mecen sobre sí mismas,
el viento del verano hincha las frutas
y los nubarrones de abril no son más que un mito lejano.
Hace falta la lágrima infinita,
el cuchillo de luz,
la raíz amarga.

Allá, al otro lado del mundo,
ya no existo.

Aquí, hundida,
como un guijarro en la arena,
busco razones.

 

 

 Lalka

a ti, a tu voz de muchacho

Es cierto, amor mío, que no estoy al norte.
No hay flores de sílice en mis jardines.
Me habitan zorros transparentes,
la escarcha tatuada en el rostro de las ramas,
y un piélago sin islas,
abierto frente a ti como una mano.

No soy la vera de tu viaje
ni la aurora agitándose como un pañuelo en la noche interminable,
por meses arrojada contra los relojes,
por meses, de pie, entre nosotros.
Ahora sabemos que el frío también es un lenguaje,
y que la vastedad de la tundra aguarda como otro paraíso.

No olvides, amor, la turbia porcelana de mi cuerpo,
el almidón de mis trajes cambiado por polillas,
el pelo derramado, revuelto por la sombra,
hoy que el siete es la premonición de nuestro abismo,
el sombrío perfil de nuestra cuerda,
el ángulo triste
y la caída.

 

 

El sueño

a José Mauricio

Hubo un venado,
el corzo más frágil de todos los corzos,
su pelambre era una red de rubíes
poblada de cangrejos blancos.
En lugar de cascos,
caminaba sobre cuatro perfectas y delgadas manos:
limpios dedos de virgen,
y en la oquedad de los anillos,
tristes líneas marcadas de lado a lado.

Entró orgulloso al bosque
y ansiosas las ramas se agitaron,
las hojas se hicieron lenguas
y en un oscuro idioma le cantaron.
De flores y espinos el viento amasó frutos:
perlas, lloraron los búhos;
lámparas, aullaron los lobos;
estrellas, rieron las liebres;
soles, gimieron los zorros.
Todo lo pobló el resplandor de la semilla y de la carne,
convulsos ardieron los racimos,
y los pájaros vibraron atados a los cuernos.

Las hogueras separaron el lodo de la sombra,
y médula y puñal
se levantaron de la noche,
único símbolo de lo inefable...

El venado, hambriento, mordió el fruto,
y perlas fueron sus labios
y soles fueron sus dientes
y lámpara fue su lengua
y luz fue su saliva
y la saliva derramada se hizo sangre
y la sangre se hizo tierra
y la tierra se hizo hombre.

 

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