Hace años fotografié en Monterrey la estatua de Hidalgo. Subido a un altísimo pedestal, el héroe contempla las generaciones futuras. En la misma fotografía se ve un edificio de casi treinta pisos, en uno de cuyos costados, desde el techo hasta el suelo, paralelo a la estatua de Hidalgo y como una burla a la supuesta independencia, un inmenso cartel de Coca-Cola.
La independencia no existe ni para los hombres ni para las naciones. Quien proclama ser independiente oculta algo: el hombre incapaz de relacionarse con otros se dice independiente; el político que glosa una y otra vez la independencia de la patria quiere disimular que la patria oprime a muchos de sus súbditos.
Sólo lo que está muerto es completamente independiente. Sin embargo, no podemos vivir dignamente sin luchar por la independencia. Pero es bueno saber que ésta es sólo un espejismo, y que cuando creemos haber llegado a ella debemos volver a ponernos en marcha, pues la independencia no es un estado ni un lugar, sino un deseo que nos mantiene vivos.